No soy rencorosa. No lo fui nunca. Enseguida se me olvidan celos, afrentas, vaivenes de orgullos ajenos. Pero hay días que necesito vengarme de la Humanidad. Así, en general. Y decido llegar tarde a todas partes. Me pone que me esperen. Me encanta alegar al teléfono excusas plausibles poniendo voz de velocidad, mientras me apunto uno más y otro más con estas manitas.
Sentada en el suelo de mi cuarto. El suelo frío, mis muslos no. Ésta es mi venganza particular, y así he logrado no odiar jamás a nadie. Yo siempre fui una chica lista.
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